Puertas que reabren, mentes que despiertan

El primer animal en desarrollar plumas parece haber sido el archaeopteryx, una curiosa especie jurásica cuya clasificación se debate entre los dinosaurios y las aves modernas. Mientras la utilidad de esas plumas se sigue discutiendo en el territorio paleontológico de las hipótesis, en otro eslabón de esta cadena evolutiva hay criaturas interesantes, pájaros con alas primitivas que funcionaban para aislarles y regular su temperatura corporal. Con el pasar de los años (muchos, pero muchos años) y de un sinfín de circunstancias, eso, que servía para una cosa, llegó a servir para otra. Lo que protegía y daba calor a estos animales adquirió por exaptación una función distinta a la original: la de volar.

Aunque el término exaptación proviene del campo de la biología, viene analizándose como fenómeno en ámbitos como el de la tecnología, por ejemplo, donde es común encontrar inventos que acaban adquiriendo funciones distintas o complementarias a aquellas para las que fueron creados. El teléfono móvil: ¿recordáis cuando básicamente era un dispositivo para hacer llamadas?El concepto nos resulta fascinante y nos hace pensar en la forma en que una aptitud, una herramienta o un rasgo es capaz de traspasar fronteras. Y por la alentadora perspectiva que abre de cara al futuro: quién sabe cuántas cosas, cuyos usos damos hoy por sentados, tendrán alternativas distintas a la desaparición si, por un proceso de evolución, innovación y creatividad, consiguen desempeñar otro rol. O si, gracias a nuevas aplicaciones o usos propuestos por los usuarios, revelan propiedades que, desde el presente, ni siquiera alcanzamos a imaginar. Si nos asomamos al adn de estos veinte años de trabajo  aparece girando la pregunta: ¿puede un restaurante exaptar? ¿Podría todo lo construido y transfigurado en el tiempo servirle a una entidad como la nuestra para algo complementario al hecho de dar de comer? En nuestro caso, más que respuestas, hemos conseguido la voluntad para intentarlo, a riesgo de estrellarnos. Así como para hacer una tortilla primero hay que romper huevos, para volar hay que atreverse a saltar. Pase lo que pase.