Bajo el cobijo de un estoico roble, Mugaritz echó a andar. Inspirados por la fuerza con la que ese árbol crece sobre la frontera entre Astigarraga y Errentería, 200 años después de que su semilla tocara la tierra, abrazamos su corteza y nos trepamos por su tronco hasta llegar a lo más alto y levantar allí, entre ramas que interconectan nuestras más hondas pasiones, memorias, talentos e ilusiones, un espacio dedicado a vivir la creatividad. 

Más de veinte años de trabajo nos han ayudado a entender la creatividad no tanto como sustantivo asociado a un estilo culinario concreto, sino como verbo, como forma de pensar y de habitar el tiempo que nos toca encarnar. Cocinar una propuesta creativa, en ese sentido, no es para nosotros lo mismo que pensar creativamente. Y es justo eso lo que queremos: conjugar los aprendizajes, los conocimientos y las inspiraciones que maceramos en formas de abordar la complejidad o el desafío para aportar miradas alternativas. 

Está claro que no definimos la creatividad igual que antes, pero sí que insistimos en pensar de forma creativa, bien cuando elaboramos con bacalao un postre que no es postre, cuando preparamos la puesta en escena de un performance interdisciplinario, cuando elaboramos guías para una alimentación saludable para encarar enfermedades como el cáncer; cuando desarrollamos un producto o cuando estructuramos un manual para fermentar ideas. La comida ha sido siempre un excusa. Nuestra mejor excusa. Extrapolando lo aprendido de la botánica, la biología, la antropología, u otros contextos científicos y culturales, traduciremos referencias en experiencias no siempre tangibles ni comestibles.

Lo importante no es lo creativos que seáis en Mugaritz, sino la capacidad que tenéis para hacer creativos a otros”, nos dijo un día el neurocientífico Antonio Damasio y desde entonces nos empeñamos en avanzar junto a nuestros afectos y cómplices sobre caminos que conduzcan a abrir la mente y no solo la boca. 

En ese sentido, Mugaritz abre las puertas de la imaginación en un ejercicio de resiliencia. Haciendo de la creatividad el mejor escaparate para ejercitar músculos tan necesarios en la resolución de problemas como la curiosidad, la fluidez o la flexibilidad además de la capacidad para pensar “fuera de la caja” o refundarnos a nosotros mismos, o como habilidades útiles para resolver un acertijo, un problema cotidiano o incluso para reinventarnos en tiempos de pandemia – y los que vienen. 

Así pues, les invitamos a subir hasta las copas de nuestro roble y pasar un rato con nosotros en esta otra casa: a través de distintos testimonios y dinámicas de interacción, insistiremos -si nos dejan y sino también- en “transformar la incertidumbre en creatividad”.