Cuando fuimos capaces de pescar una trucha y asarla al fuego; de cazar un pájaro y comer caliente su carne desplumada, tierna y jugosa; o de recolectar frutas y verduras para echarlas a la hoguera ya no tanto para saciar el hambre como para disfrutar de placeres movidos por el deseo, nuestra especie saltó de lo crudo a lo cocido. Y esto significó, como sugería Lévi-Strauss, transformar el estado natural en el que se encontraban los ingredientes a nuestro alrededor en cultura: ir de lo primitivo a lo simbólico.
Comiendo de los árboles, excavando raíces y tubérculos o usando piedras para romper huesos y sacar la médula de ciertos animales muertos para nutrir nuestros cuerpos, no habríamos evolucionado igual. Como diría Faustino Cordón, cocinar nos hizo los hombres y las mujeres que somos. Manipular el fuego nos permitió ingerir alimentos más fáciles de masticar, digerir y absorber, asegurando más energía y tiempo disponibles para emprender aventuras trascendentales para nuestra especie como la progresiva consolidación de un lenguaje para explicar lo que nos rodeaba, compartir historias y elucubraciones. Para explorar lo que desconocemos. Para imaginar lo que no existía y salir a buscarlo.
Como pasa con nuestra Casa en el Árbol, una utopía que perseguimos por el puro placer que provocan las fantasías. Aquí va un listado de los objetos, deseos o conceptos que nuestros cómplices subirían a su propia casa en el árbol:
un tesoro pirata, una botella de Ron, velas, cerillas, “Cien años de soledad”, un lapicero en la oreja, amor, una arepa, prismáticos, experiencia, juventud, inquietud, café, velas, tiempo, música, agua, polvo de piraña, ceniza, papiro, navaja, mechero, hilos para tejer, agua, un ataque de risa, una oportunidad, linterna, papel de dibujo, semillas, una radio, una copa de vino, amigos, mate, un piano, una duda, un fantasma sin sábana, el abrazo de mi madre, la imaginación de mis hijos, acuarelas y pincel, un tapete para yoga, mi gato, megáfono, un pantalón roto por la rodilla, una receta de mamá, sueños infinitos, puntos de fuga, un molino, una zarigüeya, un diccionario, una cuchara, ajedrez, una novela de Murakami, mapa del tesoro, un poema perdido, a mi pokemon, un tocadiscos, un libro, una armónica, la foto de mi padre, carboncillo, una hamaca, un filósofo, un poeta, a Mugaritz, una rosa roja, el recuerdo de mi abuelo, una estrella congelada, caballo rampante, buenos momentos, un libro en blanco, almas hambrientas, un disco de Bob Dylan, palomitas de maíz, un bote de purpurina multicolor, un reloj sin agujas, batallas perdidas, pan y chorizo, levadura de cerveza, esperanza, algo de dolor, canciones, un canto rodado, una cuerda, guitarra, una sábana vieja, una pluma, la navaja del abuelo, una cometa, alcohol de romero, una alianza, un diario viejo, un sombrero, una almohada, peces de colores, un bocata de jamón, un deseo por cumplir, un botiquín de tiritas para el alma, un tuper con curanderos y cirujanos, complejidad, simpleza, una pizarra, un avión de papel, un remo, un peine, un telescopio, cámara de fotos, un corazón usado, unos zapatos rotos, una cuerda floja, una cerveza bien fría, instinto, sentimientos, la chica de mis sueños, un bote con el sonido del mar, la escalera para subir, un marco de fotos, recuerdos de la infancia, un poema de Arthur Rimbaud etc…