La creatividad no atiende a reglas ni a dueños. Que no se restringe a puntos de partida ni a inspiraciones preestablecidas, tampoco a un diálogo con las musas o a revelaciones inusitadas. Sabemos que sus lógicas son salvajes; por eso, más que domar su ola, nos montamos sobre las crestas que levanta para desembocar en el cauce donde lo improbable se cruza con lo posible.
Lejos de concebir nuestra creatividad como una mera concatenación de destellos o rarezas, la asumimos como un proceso sostenible, abierto por un lado a los senderos de la curiosidad, pero por otro al método, la investigación y el desarrollo.
Se crea desde la inocencia, pero se construye desde el conocimiento. A la novedad superficial, aparente y estrepitosa anteponemos gestos mínimos y hasta cándidos, esbozados tanto desde la intuición y la imaginación como desde el temple, el esfuerzo y el estudio.
Por supuesto, las apuestas no siempre se materializan como quisiéramos. Cientos de horas se invierten en experimentación a sabiendas de que solo una pequeña parte de los resultados llega a nuestra sala. A fin de cuentas, Mugaritz gravita en una órbita en la que intervienen las fuerzas de sus distintas realidades: material, comercial, creativa… pero, sobre todo, humana.