Apagados el sabor y el color, reina la textura. Entre los recursos culinarios que más exploramos encontramos los cuerpos sin maquillaje ni trajes, vestidos apenas con lo indispensable, pensando en sembrar retos el paladar. Elementos que se confunden sobre un mismo plano de fondo, y que se proyectan desde una misma superficie evocan sueños como los del suprematismo Kazimir Malévich, creador de cuadros tan icónicos como “Blanco sobre blanco” (1918), para quien no hay ni arriba ni abajo, ni espacio ni tiempo, apenas vacío y nada.
Así, la geometría en estado puro se abrió un paso irreversible. Y la abstracción conoció nuevos límites, admitiendo que el arte no dependiera de objetos de la naturaleza y que pudiera ser un fin en sí mismo.
Un pequeño cuadro de 80×80 centímetros cambió para siempre la historia: el camino para explorar la síntesis y para expresar más con menos no hizo más que ampliarse, al igual que la exploración del lenguaje desde distintas disciplinas.
Asomarnos a estos espejos nos inspira a diario, imaginando posibilidades, empeñados en lograr que un blanco sobre blanco se cargue con los colores que aportan la textura o la temperatura.
En esa búsqueda de la esencia, nuestra obsesión por el blanco sobre blanco, nos ha llevado a crear nuestra propia colección de creaciones al estilo de Malévich.